"Viajar no es tan sólo moverse en el espacio. Más que eso, es acomodar el espíritu, predisponer el alma y aprender de nuevo". Ortega y Gasset

Una vez escuché que el que se va ya no es el mismo que cuando vuelve. Hace un año y un poco más que “volví” y quizá este blog también se interrumpió en la bitácora de mi último gran viaje latinoamericano. Desde entonces me he visto sumergida en una vuelta acelerada, en una nueva etapa con un aroma a transformación que ya se venía gestando, donde también se ha ido engendrando un pequeño viaje personal. El blog quedó desactualizado. Si bien gran parte de los escritos de este blog son bitácoras de viaje, también hay algunos textos que no se ciñen únicamente al desplazamiento físico, sino a la reflexión o simplemente al hecho de materializar mis pensamientos a través de las palabras. Es a partir de estos textos que me gustaría retomar este blog, después de un respiro considerable.

Dejo atrás una etapa que permanece aquí dentro. Si vuelvo a vivir en América Latina, cosa que me encantaría en cuanto surja la oportunidad, retomaré las bitácoras latinoamericanas. Quizá ha llegado el momento de reinventar mi escritura y de reflejar en ella un continuo desplazamiento, ausente de grandes travesías, por el momento. De mirar mi cotidiano y viajar a través de él, de las personas que me rodean, las relaciones que tengo con ellas y las historias de vida. De las cosas que pasan en el mundo, las alegres y las tristes, sobre todo las injustas. Del vivir el día a día. A veces los seres humanos tenemos esa ardiente necesidad de “llegar a”. Entusiasmados con el descubrimiento del destino final, nos interrogamos a lo largo del trayecto sobre un futuro que para tod@s es incierto. Es como un viaje que no sabemos como será el final, lo mismo para el paso de la vida.

La Ítaca, el puerto de llegada. La Ítaca idealizada y gloriosa, a veces nos enturbia el presente porque quizá no comprendemos que es en el viaje hacia Ítaca, en el “llegar a”, en la travesía, donde detrás de cada persona, cada experiencia, cada gesto, cada proyecto, cada mirada, se esconden las Ítacas. Al mismo tiempo, no debemos perder de vista la Ítaca final, las utopías que nos estimulan a caminar, el aprendizaje del camino. Darse la licencia de ver desde otros ángulos, a través de cristales ajenos, frente a diferentes espejos.

El volver de Ulises a su tierra querida y todo lo que vivió en su transcurso. El célebre y popularizado poema “Ítaca” de Konstantino Kavafis, sigue emocionándome. De vez en cuando, necesito dosis de su lectura.

Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.



Nunca supe encontrar respuestas a mis preguntas lanzadas al viento, de modo que, un día hace ya un tiempo, decidí reunir todas estas preguntas en una misma habitación junto con otras peticiones misteriosas de la vida. Esa habitación se empezó a transformar con el tiempo, de repente, aparecían pizcas de claridad por la ventana, de repente oscurecía.

Y es así como las palabras siguen danzando sin rumbo. Intento alargar mi brazo para poder tocarlas en la oscuridad y apenas las rozo. Ahí están, sin poder tocarlas, ornamentan mi cuerpo. Son huellas encontradas en el camino que me transforman un poquito. Es así como vuelvo al hogar que ya no es el mismo que dejé atrás.

Entre las ausencias y los recuerdos

Los recuerdos son embellecidos con el tiempo sin tener la consciencia de que el maquillaje se queda adherido a ellos para siempre. A veces resulta difícil rescatar lo que realmente fue porque son las ausencias –a veces malditas- que estimulan el ensueño. La memoria nos traiciona con el incontrolable paso del tiempo y la imaginación se erige desesperada. Los recuerdos se presentan sin ser convocados y nos observan vigorosos, desafiantes. Es entonces que ante semejante provocación, las ausencias son cada vez más ausencias, el recuerdo es cada vez más bello y la memoria se transforma en nuestra eterna compañía.