Gracias a todos los que me acompañaron en una etapa de casi cuatro años, entre idas y vueltas, entre allí y aquí, casi cuatro años. Empezó un mes de julio de 2004. Ahora ya no sé si soy aquella que se fue. No me atrevo a contar los pedacitos que se desprenden de mi cuerpo. Y aprendo a vivir con lo que fui antes / durante / ahora. Quizá he cambiado de vagón y varios pedacitos se quedaron en él. El vagón del ayer. Otros siguen conmigo.
Aprendo a vivir un nomadismo interno. Me preparo para vivir este viaje en mi ciudad natal, después de unos meses de caminar palpando lentamente los reencuentros, el punto de partida empieza este mes de agosto caluroso.
Barcelona se paraliza, sin actividad frenética, será el momento de reflexión. Este temor de ser zambullida por mi ciudad me aterra, verdaderamente me aterra. Tan encantadora y maldita, Barcelona no me expulses esta vez.
Aprendo a vivir un nomadismo interno. Me preparo para vivir este viaje en mi ciudad natal, después de unos meses de caminar palpando lentamente los reencuentros, el punto de partida empieza este mes de agosto caluroso.
Barcelona se paraliza, sin actividad frenética, será el momento de reflexión. Este temor de ser zambullida por mi ciudad me aterra, verdaderamente me aterra. Tan encantadora y maldita, Barcelona no me expulses esta vez.
La nostalgia del ayer gotea entre las imágenes que se proyectan en esta gran pantalla que es la memoria, se comen a bocados las unas a las otras, porque todas desean estar presentes.
Viviendo el presente, me exalto de placer por todo lo vivido, me estremezco de dolor por inevitables pérdidas, aquellas que permanecen en la burbuja del ayer, se quedaron allí intocables, me deleito entre partículas coloreadas que sustentan mi presente. Y vivo el presente. Cierro los ojos, tengo ganas de penetrar en un profundo sueño. Algo se movió aquí dentro, quizá me lo revele el sueño.
(Obra: Luz Novillo-Corvalán)
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