Son las 9 h de la mañana de un gélido sábado de agosto. El cielo pareciera ocultar el sol entre los grises nubarrones que se desplazan a través de los cerros. Presagian llovizna. Escoltan el sosiego.
Estoy frente a la despensa de Liliana, en Tumbaya (Quebrada de Humahuaca -noroeste de Argentina-). La despensa, situada al costado de la ruta, es el punto de encuentro para ir a la ceremonia de la Pachamama en el primer calvario, primer paraje de Higueritas, que pertenece a la comunidad de Punta Corral.
Llegan Felipe Torres, el presidente de la Comisión aborigen de Punta Corral, su hija y un ingeniero que está trabajando en un proyecto para la comunidad. Emprendemos el camino hasta llegar a Higueritas.
Es la primera vez que asisto a un ritual de la Pachamama.
La ceremonia de la Pachamama es una práctica milenaria que se extiende en toda la región Andina, destinada a propiciar la fertilidad de la tierra. La Pacha es la tierra. La Pachamama es la Madre Naturaleza, aunque su significado original tiene diversas resonancias, según el idioma y la cultura, pero con el paso del tiempo fue derivando hacia un significado común y universal: La Madre Tierra. La Madre y la Tierra que produce cultivos y alimenta a los humanos.
El día 1 de agosto señala el inicio del año agrícola en los Andes centro-meridionales y durante todo el mes “se le da de comer a la tierra”. Agosto, la tierra hambrienta. Agosto, la tierra abierta. Todos los senderos del mal hierven en la tierra y durante el sagrado mes hay que ofrecerle todo, nutrir sus entrañas, ahuyentar los males. Es el momento de la fecundación.
Llegamos a Higueritas y empieza una misa en la capilla. Voy a saludar a Julia, que vive con su marido Naldo, en la casa que está al lado de la capilla. Ellos me invitaron la semana pasada al ritual de la Pachamama. Una vez termina la misa, salen con la virgen, mientras los sikuris acompañan la atmósfera con su música. Retornan la virgen a la capilla y empieza la ceremonia al frente de la misma.
Me preparo para observar y retener en mi memoria todos los pasos a seguir. Siento una enorme curiosidad por participar en esta ceremonia. Una curiosidad respetuosa con el ritual. Sin embargo, resulta difícil llegar a una comunidad de manera libre y habiendo sido invitada, ya que, son rituales íntimos, comunitarios y puertas adentro. En más de una ocasión se hacen públicos y pueden asistir extranjeros pero lamentablemente la ceremonia pierde su sentido puro y original, convirtiéndose en una representación escénica, con ciertos aspectos agregados de cara al turista.
Tengo la suerte de haber sido invitada por la comunidad y para mí es realmente un honor asistir a la ceremonia. Me cuido de pecar ser imprudente. Camino con cautela.
Mientras cavan un hoyo bien profundo en la tierra siempre mirando a la salida del sol, reparten vino tinto y hojas de coca. Antes de beber el vino, se da de beber a la tierra, dejando caer un poco de vino en la tierra, luego se bebe todo de una vez. Las hojas de coca se mastican, es decir se “coquea”.
De mientras la música sigue acompañando la ceremonia y cada uno invoca en silencio.
El jefe de ceremonias es Pablo Galiano (conocido como Don Yogurt) quién me indica amablemente todos los pasos a seguir y me explica el significado de cada uno de ellos.
Alrededor del hoyo están dispuestas todas las ofrendas (bebidas alcohólicas, coca-cola, semillas, carne, chicha –cerveza de maíz-, hojas de coca, etc…), diversos objetos de culto y el incienso prendido que embriaga el ritual.
Se reparten los cigarrillos para que todos fumemos con la Pacha y luego los enclavamos en la tierra alrededor del hoyo, en función de su consumo, la tierra murmura, presagia.
Mientras se prenden las brasas para elevar la tierra y darle fuerza, seguimos fumando (la práctica de fumar tabaco colectivamente es bastante común) y bebiendo.
Empezamos a ofrendar con mucho respeto, arrodillados frente al hoyo de dos en dos. Todas las ofrendas se consuman con las dos manos. Primero se arrojan las hojas de coca y el agua bendita. Luego las bebidas alcohólicas, licor, vino y coca-cola. Seguido de semillas, carne, galletas. A continuación la chicha, para finalizar con un brindis entre las dos personas que ofrendan y una oración o un buen presagio para el año.
Al finalizar se reza un Padre Nuestro y se cubre de nuevo el hoyo. La tierra ya está alimentada, satisfecha, saciada. A partir de ahora se seguirá trabajando en ella, sembrando, cultivando y anhelando gozar de un provechoso año.
Hasta el próximo mes sagrado, hasta el próximo mes de agosto.
Después de esta descripción, quizá asombrará el hecho de rezar un Padre Nuestro a lo largo de la ceremonia, de señarse como cualquier cristiano, de convocar una misa y rendir culto a la Virgen antes de la misma. La Pachamama es una deidad andina y pagana pero la asimilación “impuesta” de elementos cristianos, después de la Conquista, confiere un verdadero sincretismo aceptado socialmente, hasta el punto que hoy en día, el ritual milenario de la Pachamama sustenta una indudable unión con la fe católica. E incluso, por su feminidad, se ha fusionado con el culto a la Virgen María.
La Pacha, la Virgen María, los santos, el lenguaje de los cerros, la señal de la cruz, la cosmovisión andina y el catolicismo. No existen confrontaciones sino que forma parte de un proceso histórico asimilado desde antaño y cuando les pregunto sobre este tema, me observan con extrañeza. Es así, una transmisión de padres a hijos, los cultos ancestrales y andinos impregnados de la santa cruz.
La tierra está sensible. La tierra está en paz, se alejan todos los males. Reposa para empezar a trabajar. Se inicia el ciclo.
Siendo extranjera, me trataron como una más. Simplemente gracias por la invitación.
Estas experiencias jamás se olvidan. Les deseo un abundante y dichoso año.