Primeros días en Buenos Aires, primeras sensaciones
Amanece pesada, húmeda y gris. La capital de la República Argentina me abre sus brazos con un cierto aire familiar pero observa detenidamente mis pasos, sin atreverse a preguntarme hacia donde voy. Está esperando un saludo de mi parte, unas palabras que no llegan y yo atiendo su mirada, anhelando vientos cómplices.
Intensa y enigmática. Decadente. Europea. Revolucionaria y piquetera. Desesperada y valiente. Bella, bellísima. Laberíntica. Te odio y te deseo Buenos Aires.
Me siento perdida entre sus calles, dispuestas a engullir a cualquier alma despistada. Las inmensas avenidas que evocan a la monumental y romántica capital francesa se visten de innumerables personas que caminan apresuradamente. No intenten preguntar algún destino concreto, alguna calle cercana, porque tod@s andamos perdid@s. Simplemente deambulo. Admirando el caos. Aferrándome a él. Huyendo de la locura. De la desesperante sensación que Buenos Aires me puede atrapar entre sus garras con un simple parpadeo.
Esta vez no estoy de visita, esta vez permaneceré un tiempo. ¡Trátame bien querida!
Del 10 al 14 de mayo. Recuerdos del ayer. Un presente con preguntas.
Del caos urbano paso a la tranquilidad humana, en Córdoba. Cierto es que las miradas son relativas que todo, absolutamente todo, depende de nuestra procedencia y vivencias. Córdoba pareciera una aldea. Una aldea muy familiar. Una de mis casas, mi segunda casa. Jamás me gustó la ciudad de Córdoba y sostengo esta opinión. Sin embargo, el calor humano, que envuelve mi presencia, es realmente confortable. Como si el tiempo se hubiese detenido. Sólo pasaron ocho meses. Como si jamás me hubiese ido.
Amanece pesada, húmeda y gris. La capital de la República Argentina me abre sus brazos con un cierto aire familiar pero observa detenidamente mis pasos, sin atreverse a preguntarme hacia donde voy. Está esperando un saludo de mi parte, unas palabras que no llegan y yo atiendo su mirada, anhelando vientos cómplices.
Intensa y enigmática. Decadente. Europea. Revolucionaria y piquetera. Desesperada y valiente. Bella, bellísima. Laberíntica. Te odio y te deseo Buenos Aires.
Me siento perdida entre sus calles, dispuestas a engullir a cualquier alma despistada. Las inmensas avenidas que evocan a la monumental y romántica capital francesa se visten de innumerables personas que caminan apresuradamente. No intenten preguntar algún destino concreto, alguna calle cercana, porque tod@s andamos perdid@s. Simplemente deambulo. Admirando el caos. Aferrándome a él. Huyendo de la locura. De la desesperante sensación que Buenos Aires me puede atrapar entre sus garras con un simple parpadeo.
Esta vez no estoy de visita, esta vez permaneceré un tiempo. ¡Trátame bien querida!
Del 10 al 14 de mayo. Recuerdos del ayer. Un presente con preguntas.
Del caos urbano paso a la tranquilidad humana, en Córdoba. Cierto es que las miradas son relativas que todo, absolutamente todo, depende de nuestra procedencia y vivencias. Córdoba pareciera una aldea. Una aldea muy familiar. Una de mis casas, mi segunda casa. Jamás me gustó la ciudad de Córdoba y sostengo esta opinión. Sin embargo, el calor humano, que envuelve mi presencia, es realmente confortable. Como si el tiempo se hubiese detenido. Sólo pasaron ocho meses. Como si jamás me hubiese ido.
A veces la mente pareciera un hervidero de imágenes, recuerdos, personas… la memoria me traiciona de manera insistente en los últimos tiempos, pero no es obstáculo para que se reproduzcan vivencias, como si de secuencias se tratara, a cámara lenta. Contemplo la ciudad, y cuando me reflejo en ella, observo que se empieza a dibujar una sonrisa simultánea, no logro ver quién sonríe primero. Ella o yo.
Reconozco en ella a una Mireia, o Mire como me llaman acá la gran mayoría. Su cotidiano en Córdoba, sus escapadas por el continente nutrieron durante dos años una realidad, y múltiples también, alejada de la suya… hasta el punto que se siente de varios lugares al mismo tiempo. Peligrosa sensación que se ve astillada suavemente por sus raíces que emiten gritos de desespero, intentan atraparla y ella quiere y no quiere. Preguntas. ¿Respuestas?
Días intensos, tranquilos. Días de reencuentros. Conversaciones actualizadas y abrazos sentidos. Días familiares, días de amigos.
Sí, jamás me gustó Córdoba, pero es ella, es Córdoba y siempre, siempre, estarás dentro. Por mucho tiempo que pase, por muchos lugares donde viva, por muchos viajes que haga y por mucha gente que conozca.
Reconozco en ella a una Mireia, o Mire como me llaman acá la gran mayoría. Su cotidiano en Córdoba, sus escapadas por el continente nutrieron durante dos años una realidad, y múltiples también, alejada de la suya… hasta el punto que se siente de varios lugares al mismo tiempo. Peligrosa sensación que se ve astillada suavemente por sus raíces que emiten gritos de desespero, intentan atraparla y ella quiere y no quiere. Preguntas. ¿Respuestas?
Días intensos, tranquilos. Días de reencuentros. Conversaciones actualizadas y abrazos sentidos. Días familiares, días de amigos.
Sí, jamás me gustó Córdoba, pero es ella, es Córdoba y siempre, siempre, estarás dentro. Por mucho tiempo que pase, por muchos lugares donde viva, por muchos viajes que haga y por mucha gente que conozca.
2 comentarios:
"Simplemente deambulo. Admirando el caos. Aferrándome a él. Huyendo de la locura. De la desesperante sensación que Buenos Aires me puede atrapar entre sus garras con un simple parpadeo."
Muchas dimensiones convergen en esta ciudad, un parpadeo,un coletazo del destino y estás en otro plano de la realidad.
Córdoba me trae tan buenos recuerdos que a veces una ciudad la tienes bella emocionalmente, porqué en ella conoces personas con las que te puedes enamorar de una piedra. Que Cordoba te acompañe Mireia
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