Hace tiempo que mi vida transcurre entre valijas

Hacer, deshacer, organizar, amontonar libros, ropa, fotografías, miles de anotaciones, cuadernos de viajes...Limpiar y limpiar los espacios que ocupo en un tiempo determinado, los hogares que habito por un año, dos meses o tres días. "Fer net", como decimos los catalanes. Volver a empezar con energía, dejar atrás, con un aire de nostalgia, sin anhelar volver.
Con el tiempo, estoy aprendiendo a desprenderme de cosas, de simples cosas. Hasta el día de hoy algunos pedazos de fotografías revolotean por los desechos. Mi ropa se encuentra distribuida entre mis amigas de Córdoba y Barcelona. El patrimonio literario empieza a ser desbordante y jamás quise dictar un orden.
Los fetiches viajan conmigo, eso sí. Soy fetichista. Sin embargo, en dos segundos aquello que fue esencial, ahora se transforma en prescindible. El dinamismo nutre el camino.
Estoy aprendiendo a "fer net" y me gusta, me hace sentir bien.

Hace tres meses que llegué a Barcelona y hace unas semanas que empecé a leer de nuevo las bitácoras de viaje, que mi vista se deleitó en las fotografías, que desvalijé todas mis pertenencias y los recuerdos empezaron a caer como gotas de agua. Gotas agresivas. Dulces y contundentes. Directas a las vísceras.

Y el ayer se transforma en relativo, el presente en inestable y el futuro en incierto. Y es así como empiezo a vivir el presente. Escribo un capítulo más, mientras Laurie Anderson invade mi nuevo espacio y las paredes empiezan a ser vestidas.
Y es una extraña vivencia seguir con el anteayer, el ayer y aprender a estar aquí, a retomar lo que tenía, lo que sentía, porque todo está en continuo movimiento, porque el invierno ya me abriga con el frío y el año termina con una gran valija que todavía no me atreví a abrir, quizá jamás encuentre la llave o quizá esa valija deambula por los aeropuertos. Porque no hay un lugar eterno.

Perdí la llave… como siempre, pierdo cosas y en el momento más inesperado las encuentro a mi lado.

Valijas, cambios, ciclos, lugares, personas. Un capítulo más. Una triste despedida. Un reencuentro fugaz. Un volver extraño. Una raíz transformada.

Mientras me preparo para un viaje incierto esa gran bola reinante llamada sol por momentos incrusta rayos en mi piel.
Estoy sentada en la sala de espera y el vuelo todavía no llegó. Por el momento observo. Sin más, me dejo llevar. Y sigo aprendiendo... y sigo, sigo...
Diciembre´06
(foto: mariona guiu)

Las despedidas

Camino. Silencio. Mirada perdida, resguardada. Escondida al otro lado de las gafas de sol. Día gris. Y los ojos no se atreven a mirar.

Y las palabras divagan en la garganta, envueltas por una cuerda gruesa que fisura las palabras.

Silencio. Temblor en el cuerpo. Silencio.

Una mirada perdida en el camino hacia el aeropuerto.

De repente, un hilo de voz aparece…entrecortado por el sollozo.

Unas lágrimas que se liberan. Y un alma que arde.

La eterna y efímera angustia de la despedida.

Un adiós. Alargar un adiós. Un maldito adiós y hasta la vuelta.

Una ausencia. Una triste y dulce ausencia.

Alguien que se va. Alguien a quién dejo. Fantaseo el reencuentro.


Diciembre´06

Una mujer viajando sola remite a...

... las siguientes cuestiones: hola, estoy sola y busco plan o, por el contrario, hola, estoy sola, desamparada en el mundo, y necesito ayuda.


Una mujer viajando sola por Latinoamérica y más aún cuando conversa con nativos de pueblos y aldeas, (que por lo general son más conservadores) las primeras preguntas son: ¿está casada? ¿y su esposo?. Te miran como si fueras de Marte cuando dices que tienes 28 años, no estás casada, por el momento no piensas en tener hijos y estás viajando simplemente porque anhelas descubrir otras tierras y formas de vida.


Con el tiempo aprendes a desdibujar la realidad, también por seguridad, y dices que sí, estás casada y que vas a encontrarte con tu esposo en el próximo pueblo o que tu esposo te espera en el bar de la esquina. O simplemente que estás viajando por trabajo y que tu esposo te está esperando en tu país y, que cuando vuelvas, viviréis felices, comeréis perdices, y tendréis no 1 sino 5 hijos.


Pues sí, a veces resulta un poco agotador, aunque no deja de ser cómico. Sin embargo tiene muchas ventajas viajar sola, realmente encuentras a gente que te ayuda desinteresadamente, hombres y mujeres mayores son los más fiables, surge su instinto de protección. Y realmente guardo en mi memoria experiencias muy lindas. Además, el hecho de estar fuera de contexto totalmente, te permite elegir ser quién tú quieras, dónde quieras y cuando quieras. Creo que después de estos viajes, al final terminaré solicitando la nacionalidad argentina, de las veces que me han confundido como tal, ¿será que estoy muy cordobesa?, y de las veces que no lo he desmentido y he jugado con ello.


Viajar sola despierta las sensaciones que se despliegan a flor de piel, más que nunca! Sientes mucho más todo lo que te pasa, desde el diálogo con el señor conductor del bus hasta el despertar de las sensaciones en vivo contemplando el mar al atardecer!. Porque estás tú y tu alma ante la inmensidad de un destino desconocido que por momentos, se acelera y, por momentos, se aleja lentamente.Vas tomando decisiones sin saber el camino. Los estados de ánimo son absolutamente ciclotímicos. Los extremos se despliegan de manera frenética.


Nunca sabes lo que te espera antes de iniciar un viaje, y las experiencias, acontecimientos y encuentros, por ínfimos que sean, son toda una vida!Porque todo viaje es novedad.


Tomar un avión, un bus, un tren, aunque sólo sea un par de días, inyecta adrenalina en las venas. El cambio de territorio, la seducción que genera lo desconocido, desplazarse entre un lugar y otro. Recrearse en los no lugares, como si fueran hogares. Hacer de la transitoriedad un hogar. Ser caminante divagando en el desarraigo.Un desarraigo que se inscribe en el círculo de la desesperanza, la nostalgia y, por contradictorio que parezca, en la transparente fortaleza de los vínculos que permanecen etéreamente arraigados.


Enero 2006
Ecuador

"No te salves" de Mario Benedetti

"No te quede inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo."


Mario Benedetti

...en transición...

Ser anónimo en la esfera del nomadismo.

La seducción que genera lo desconocido. Desplazarse entre un lugar y otro. El cambio de territorio inyecta adrenalina en las venas. Sensaciones que se precipitan como súbitas contracciones placenteras.

Nunca sabemos lo que nos depara un viaje. Las experiencias, acontecimientos y encuentros, por ínfimos que sean, se apresuran como leves insinuaciones misteriosas. Y es en el momento que logramos descargar esa mochila de resonancias del pasado, que el viaje nos invita a dejarnos llevar. Y nos dejamos llevar...

Nos deslizamos en el eterno desplazamiento donde los extremos se despliegan de manera frenética y los estados de ánimo son absolutamente ciclotímicos. Palpamos la huida hacia un destino incierto que, por momentos se acelera y, por momentos, se aleja lentamente. Es el camino a ninguna parte, donde las decisiones adquieren un matiz clarividente.

Me pregunto si la huida nos condena a una constante esclavitud, acechada por el anhelo al nomadismo, o es, más bien, una libertad construida en nuestro imaginario.

Nos convertimos en eternos extranjeros en tierras ajenas. No sentimos la sensación de pertinencia a ningún lugar y, al mismo tiempo, una serenidad embriaga nuestros sentidos cuando presentimos formar parte del todo y de la nada. Estamos dentro y fuera.

Y cuando osamos analizar una realidad inexplicable retrocedemos en cuestión de segundos. El intento por adivinar aquello impalpable nos sumerge de nuevo en la esfera de la razón. No desistimos y reincidimos en el esfuerzo por permanecer en el estado de tránsito. Y de lo efímero hacemos vivencia eterna.

Nos abandonamos a la suerte de ser extranjeros vagabundeando entre mástiles delirantes de intuición. Y nos lanzamos, sin más, al vacío.

De la nada te lo dan todo

El día domingo 29 de enero de 2006 estaba esperando el bus para ir a Lima, en un restaurante delante de la terminal de autobuses Flores (Trujillo). Empecé a conversar con Mario, un chico de 21 años de la zona de la selva que está estudiando mecánica en Lima. Años atrás, Mario era taxista y bajó con una pistola a un hombre que le intentó robar. Cuando me dice bajar, entiendo que bajar es echar fuera del taxi. Pero no, bajar es matar. Mario pasó un mes en la cárcel y por una gran suma de plata fue liberado.

Me cuenta que en la cárcel todas las Navidades organizan un sorteo y a quién le toca se libera para siempre. Todos entran en el sorteo, excepto narcotráfico y terrorismo, es decir, un violador puede quedar libre porque su número ha salido “afortunadamente” en el sorteo.

Si hablamos de América Latina, en Perú y Ecuador (y deduzco que en otros países, más bien centroamericanos) el narcotráfico está drásticamente condenado. De mientras el gobierno y las fuerzas del orden son los primeros en traficar y ser ejemplarmente corruptos.

De vez en cuando se ven niños esnifando pegamento, vagabundeando por las calles, no tienen nada más en su vida. Y una señora pomposa, que en breve tomará un avión a Miami, los mira y exclama “pobres niños”, alejándose lentamente.

Los españoles destruyeron estas hermosas tierras y con ello el derecho a la existencia. La prohibición a “existir” todavía prevalece. Ahora los españoles viajamos y nos enojamos porque nos timan cuando tomamos un taxi o tenemos que regatear cuando compramos su artesanía.

Y la aniquilación descabellada continúa, con la gran invasión gringa, la aberrante precariedad laboral, la explotación, la corrupción policial, etc... y la supuesta integración del indígena en las redes turísticas. Pobrecito indígena que sino vive aislado de la sociedad. ¿pero de qué estamos hablando? Si la comunidad indígena termina siendo un zoológico de seres exóticos!!! Aún así, la resistencia de gran parte de las comunidades indígenas y la defensa de sus tradiciones y derechos es realmente alentador y admirable.

Los timos, robos y secuestros siguen siendo numerosos ¿y qué van a hacer? No lo defiendo pero en cierto punto, es comprensible (no el secuestro, pero sí el robo), llego a la conclusión que cuando el Estado les da la espalda y los propios humanos también, se tienen que buscar la vida. Es la ley de la supervivencia.

De robos, drogas y asesinatos también podemos hablar en Europa, el peligro existe en todos los lugares si te metes de lleno en la boca del lobo, obviamente con diferencias de grado. De barrios peligrosos también hay unos cuántos en España.

¿Señorita qué tengo qué hacer para ir a su país? ¿Cómo puedo conseguir un visado? Y España para ellos es el paraíso. Un divino paraíso en su imaginario.
Y qué cosas tiene la vida, ¡allá se les trata peor!! ¡No quieren a los “sudacas”!! Y de los que logran llegar, un enorme porcentaje malvive en pésimas condiciones (mayormente peruanos, bolivianos, ecuatorianos –la clase social más baja de los inmigrantes latinoamericanos-).

La violencia atroz es el pan de cada día. Las violaciones, los maltratos a la mujer y al niño, las muertes de millones de niños siguen, siguen....De mientras nosotros viajamos por estas tierras y, entre tanto malvivir, injusticia y adversidades, me encuentro con personas admirables y encantadoras que me regalan alimentos, me acompañan por zonas peligrosas o me obsequian con cómplices sonrisas. Porque ellos de la nada te lo dan todo.

La profunda brecha entre el primer y el tercer mundo seguirá dilatándose. Me pasaría horas y horas escribiendo, aunque me falta vivencia y conocimiento. Simplemente, despliego apuntes, brevísimas pinceladas, sin ánimo de analizar exhaustivamente. Es lo que veo, lo que siento. Muchas cosas por reflexionar y muchas más cosas por hacer.

El Salar de Uyuni


Cuenta la leyenda que Tunupa, el volcán en forma de seno, era la esposa de Cusco, una montaña en forma de rostro de persona con la frente hundida, pero Cusco traicionó a Tunupa con Ozuña, otra montaña. Entonces Tunupa, furiosa, le lanzó una piedra hundiéndole la frente. Tunupa y Cusco tenían varios hijos, que son las islas ubicadas en el salar. Islas formadas por las erupciones de piedra volcánica que rebotan en la sal y como la tierra está caliente, erupta la roca y se forma la isla.

Tunupa esparció de manera salvaje toda la leche de sus senos para alimentar a sus hijos, las islas, y es así como surgió el salar.
La intensidad del silencio, instantes indescriptibles, instantes eternos donde la presencia se convierte en la nada. Es extraordinario, ejercitar el sentido del oído, escuchando el silencio y, al mismo tiempo, regocijar mi vista en la pulcra y nítida superfície angelical, palpar el suelo frío que empieza a calentarse por el sol, degustar la sal y oler su alma.


Atisbo el horizonte, pareciera estar en el mar. Un mar de sal.

Agosto 2006
Bolivia

buscando...

Voy perdiendo el deseo de lo que busco, buscando lo que deseo.
Antonio Porchia en "Voces"

Diminutas partículas vivientes divagan en el peligroso túnel de la esfera terrestre, seducidas por el vértigo de instantáneas luchas atravesadas por la insatisfacción.

¿Por qué siempre estamos buscando? ¿quién encuentra deja de buscar? ¿por qué hay personas que nunca buscan? ¿por qué hay personas que son “supuestamente felices” con lo que “tienen”?
Vivimos en una sociedad capitalista donde el “tener” se antepone al “sentir”. Y el “sentir” está dejando de existir.

La locura despliega su acérrimo poder cuando intentamos zambullirnos en esta maldita rueda frenética y galopamos a pasos agigantados, perdidos en la era de la ansiedad y la depresión.

Y así es como el tener, tener y tener se antepone al sentir.

Caminamos entre tupidos velos que nos impiden ver más allá y buscamos.

No nos detiene nada en esta absurda y anhelada búsqueda.

Nos movemos, sumergidos en una esfera en llamas, danzamos entre aguas imperceptibles que, de vez en cuando, se convierten en olas inesperadamente violentas.

Y seguimos buscando...

Nos enfrentamos continuamente contra enormes muros y fantasmas indecisos. Esa maldita búsqueda sin sentido, o sí, quizá ¿tiene sentido?.

Y seguimos buscando...

Cuanto más descubrimos, encontramos a medias (¿es un espejismo?), el pensamiento anhela adentrarse de nuevo en la perdición. Volvemos a empezar en la frenética rueda.

Y seguimos buscando...

Huracán vital que despierta temor y atracción al mismo tiempo. Buscamos todo aquello que jamás encontraremos, porque todo está en continuo movimiento y el reino de la relatividad desplaza las verdades absolutas.

Y los humanos que dejaron de creer en los dogmas, los pilares convencionales y la estructura propia de la sociedad capitalista, son pocos. Estos humanos siguen buscando. Es la búsqueda de la búsqueda. Resulta difícil abstraerse del entorno y seguir el instinto. Sin embargo, es posible. No deja de ser una suerte de inconformismo.

Buscar y encontrar. Caminar, buscar, perder, caminar. Círculos soñadores, movimientos soñados. Volar. Aterrizar. Volar. Nos perdemos en la búsqueda del sentir. ¿Realmente deseamos encontrar?

Todo ínfimo encuentro provoca la detención completa del ser. Pero todo tiene un final. Es cambiante y transitorio. Y todo final supone de nuevo una búsqueda. ¿Seremos eternos en la búsqueda?. ¿Algún día descubriremos el secreto para aprender a regocijarnos en ella?.

Sólo es suficiente con un amanecer para que todo vuelva a empezar

Impresiones sobre tierras guatemaltecas

18 de agosto de 2005
Lago de Atitlan (a 2´5 h al oeste de Antigua), ubicado en las tierras altas occidentales que se extienden desde Antigua hasta la frontera con México.

Arribo a “Panajachel”, población situada a las orillas del Lago Atitlan, a las 11h de la mañana, después de pasar toda la noche en el colectivo, con una terrible angustia que no me permitió dormir. La forma de manejar en Guatemala es aterradora. Drásticamente aterradora. Pareciera como si los conductores se regocijaran retando a la muerte. El viaje nocturno se caracterizó por breves paradas imprevistas en cualquier lugar de la carretera para recoger a pasajeros, y frenazos violentos intentando esquivar a chapines, caminando sin rumbo fijo, casi decayéndose a causa de los efectos del alcohol. En Guatemala es común que los indígenas se lancen al alcohol de manera compulsiva. Quizá sea el deseo por evadirse de su entorno y de abstraerse de una continua explotación laboral y humana.

“Panajachel” fue un enclave hippie en las décadas de 1960-1970. Hace unos años “Panajachel” fue una aldea tranquila donde se establecieron los maya cakchiquel, sin embargo, en la actualidad se ha convertido en una localidad turística donde conviven mayas, ladinos, estadounidenses y turistas. Es probable que haya perdido su encanto pero es un destino inevitable, ya que es el lugar de salida de las lanchas que parten a los pueblos que rodean el lago Atitlan.

Según los expertos, el lago Atitlan es uno de los pocos campos vórtice de energía del mundo, por esta razón se ha convertido en el lugar de encuentro de terapeutas y curanderos. Sin dejar de ver las ínfimas aristas de la cruel realidad, donde conviven farsantes y personajes con la bola de cristal en mano, que viven en la perdición de tanta invención espiritual, es cierto que la energía late sutilmente. Con las pupilas bien abiertas intento impregnarme de las aguas reveladoras del Lago Atitlan. Siento una ferviente atracción por los lagos. Creo que desprenden un poder incandescente alimentado por rayos energéticos. Atitlan me regala una exquisita invitación: a zambullirme en su reino.

Es sorprendente la fuerza de la cultura maya a las orillas del lago, aún conservan sus tradiciones y los dialectos mayas (tzutujil, cakchiquel y quiché). En cuanto al turismo: “San Pedro La Laguna” es el destino más solicitado por los viajeros jóvenes, por la sencilla razón que es lugar donde se pueden encontrar impresionantes fiestas y una excelente marihuana. Este hecho se enfatiza más cuando es noche de luna llena. “San Marcos La Laguna” atrae a terapeutas, reikistas, practicantes de yoga, astrólogos, profesionales e interesados en terapias holísticas. “Santa Cruz La Laguna” es un intermedio de los dos anteriores. Hasta el último momento no me decido. Sigo mi instinto y una vibración fugaz me conduce a “San Marcos”.

“San Marcos La Laguna” desprende una auténtica paz, vacilante entre la caída de la lluvia y la danza de las nubes blancas que se disuelven lentamente en la atmósfera volcánica. Paseo, leo, duermo, contemplo el lago y percibo unas miradas cálidas. Ojos negros y grandes, de una claridad innegable, acompañados de dulces sonrisas y saludos agradables.

La división de la población es evidente. En la parte baja están ubicados los hospedajes y en la parte alta las viviendas, la escuela, la iglesia y pequeños comercios. Si el extranjero no intenta descubrir que hay más allá de la escuela, jamás verá la realidad de la población, donde viven niños que se acercan corriendo desesperados para pedirme el jugo de naranja que estoy tomando o cuando me piden bolígrafos para escribir en las clases. De mientras, los viajeros nos deleitamos saboreando una exquisita comida vegetariana y los más afortunados, se alojan en el hotel “Las Pirámides”, un lugar para la meditación y el yoga, a un costo muy elevado.

20 de agosto de 2005
Antigua. Antigua vida mía

La ciudad encantada. Antigua fue fundada en 1543 y se mantuvo como la capital de Guatemala hasta que alrededor del 1700 la capital se trasladó a Ciudad de Guatemala, a causa de una gran catástrofe: un terremoto que destruyó la ciudad.

Declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, Antigua conserva sus románticas calles adoquinadas y casas de colores. Una hermosa ciudad colonial con edificios de los siglos XVII -XVIII e iglesias en ruinas que desprenden un aire misteriosamente decadente.

Hace mucho tiempo que quería conocer Antigua e intuyo que me va a cautivar o quizá es tan sólo un anhelo que de tan sólido aparece como si fuera una especie de intuición. Lamentablemente en muchas ocasiones el imaginario arrasa la realidad.

Me da la sensación que vivir en Antigua es como permanecer en la ciudad del más allá, un lugar irreal, donde el espacio y el tiempo son imperceptibles. Los Volcanes de Agua, Fuego y Acatenango abrazan la ciudad protegiéndola. Los volcanes también sirven como orientación para los chapines, quienes se mueven por instinto sin conocer apenas el nombre de las calles. En Antigua y en toda Guatemala creo que llegas antes a los sitios sin preguntar a los nativos. Unos no saben, otros se contradicen y los más osados te dicen que todo recto. La verdad es que no deja de ser gracioso.

Antigua es una de las principales atracciones turísticas de Guatemala, donde no tan sólo se entremezclan turistas en tránsito, sino también extranjeros que trabajan en temas de cooperación o estudian la lengua hispánica (hay una gran cantidad de escuelas de español). Todos estos elementos envuelven a Antigua en una burbuja europea fusionada con gringolandia.

22 de agosto de 2005
Quetzaltenango (Xela)

Me encuentro con mi amigo Javi en Quetzaltenango donde está trabajando durante un mes para llevar a cabo un proyecto sobre patrimonio. Quetzaltenango es la segunda ciudad de Guatemala, donde se puede ver una gran concentración de población quiché. Goza de una arquitectura imperial y se respira un ambiente de matiz más provinciano. Nuestra actividad principal es pasear, además de deleitarnos y perdernos en el impresionante mercado, lugar ideal de cualquier ciudad donde las cosas se precipitan en su verdadero color. La gran vitalidad de los vestidos de las mujeres mayas se fusiona con la luminosidad amarillenta de las bananas y una gran cantidad de frutas y alimentos que rodean el exterior del mercado.

Vuelvo Antigua para pasar el último día de mi viaje, disfrutando de la fugacidad del momento y anhelando quedarme un poquito más. Mañana por la tarde tomaré la camioneta dirección Ciudad de Guatemala donde pasaré la última noche. Atrás quedará Guatemala. Un país donde las sonrisas se dibujan en los rostros al cruzar las miradas.

Me reprimí muchas veces de registrar con mi cámara de fotos esos rostros y esos colores. Una belleza que se queda dentro de mí. Seguramente los chapines sientan que su alma huye con la imagen.

La hermosura y el calor humano convive con los destrozos de una guerra civil de 33 años (finalizó en el año 1996). La corrupción política, y obviamente policial, es aquí contundente. El peligro acecha varias veces infundiendo un temor justificable.

Guatemala, el temblor de una tierra que late al son de los volcanes, logrando mantener su identidad, violada infinitas veces. La lucha por los derechos humanos en Guatemala ha sido y es esencial. De manera drástica, los indígenas siempre han sido golpeados.

La gran influencia de Europa y de la temerosa potencia norteamericana ha calado profundamente hasta el punto que los propios chapines de clase alta, un círculo reducido y muy adinerado, se avergüenzan de sus propios orígenes, de la cultura maya. Para esta gente, ser indígena hoy es despreciable.

Multitud de interrogantes se despliegan en mi mente ¿tendríamos que trabajar más la conciencia? La identidad y las libertades humanas han sido históricamente destruidas, prohibiendo el derecho a existir. La violencia atroz es el pan de cada día. Las comunidades indígenas son cruelmente aniquiladas o terminan siendo integradas según los parámetros del “sistema”, pero ¿estamos hablando de integración? ¿o de un zoológico que recibe a millones de turistas atraídos por el exotismo de sus prácticas?. Aún así, la resistencia de gran parte de dichas comunidades y la defensa de sus tradiciones y derechos es realmente alentador y admirable. ¿Es posible luchar y tener la esperanza de re-construir cada uno en la medida de sus posibilidades?




Edith (visita a la cárcel de mujeres de Quito)

Antes de arribar a Quito, ya tenía la intención de visitar la cárcel de mujeres. Los días de visita son los miércoles y los sábados por la mañana. Mi necesidad de ir más allá de la simple superficie embellecida únicamente para los extranjeros, de despellejar las numerosas capas del país y de conocer todo lo que pueda contribuir a la formación de mi pensamiento y experiencia provocan que mis viajes no sean vacaciones, entendidas en el sentido convencional.

Decido visitar una cárcel por primera vez en mi vida.

En varios países permiten visitas a las cárceles, se puede conversar con los presos, se les lleva tabaco, alimentos, ropa. ¡Y claro!, no todos los presos son lacras de la sociedad, las cárceles forman parte de la lógica de este mundo infame.

Un amigo de Quito, Patricio, ya había llamado a la Casa de la Mujer para consultar sobre las visitas y le dijeron que no había ningún inconveniente. No obstante, la misma mañana antes de ir, decido hacer una llamada. Es un miércoles.

Me atiende una chica que me dice que es necesario dar un nombre en la entrada, es decir, tengo que visitar una presa, no puedo ir libremente. Obviamente, yo no conozco a nadie. Le digo que soy española que simplemente tengo interés en visitar y ver el funcionamiento interno de la cárcel. Después de una breve conversación, la chica me dice: “Yo soy interna. Si quieres da mi nombre en la entrada y te atiendo. Me llamo Edith Delgado”.

Una hora después estoy en la cola para entrar a la cárcel. Conozco a Inka, una alemana que está trabajando de voluntaria, conversamos mientras esperamos nuestro turno. Entro con ella. En una ventanilla, dejo mi pasaporte. Paso a la oficina de al lado, chequean mi bolso, mi billetera. No se percatan de la cámara de fotos. Tantean mi cuerpo como en los aeropuertos. Seguimos con Inka hacia la primera puerta blindada, nos ponen un sello en el brazo, seguimos hasta la segunda puerta blindada, nos ponen otro sello en el brazo. Entramos.

Un largo pasillo enmarcado por dos altísimos edificios es la primera imagen. Mujeres sentadas en los bancos esperando, paseando de un lado a otro, conversando con sus esposos, hijos, amigos. Mujeres que me observan indiferentes. Mujeres que me observan detenidamente. Ruido, gritos, caos.

Una mujer negra, gigante, de mirada agresiva y, contradictoriamente, con una cierta candidez, me pregunta a quién busco. Le contesto: Edith Delgado. Me dice que la va a buscar. Esta mujer, interna también, se dedica a buscar a gritos a las presas en los días de visitas. Es su trabajo durante los días de visita. Empieza a gritar a los cuatro vientos: ¡Edith!!, ¡Edith!!. De mientras yo estoy con Inka que conoce a varias de las presas. Me presenta a una chica sudafricana, con quién conversamos brevemente. Está presa por narcotráfico, como la mayoría, y me cuenta que en este país “es más fácil matar a alguien que traficar con drogas. Por asesinato te caen menos años.” No entiendo cuál es el criterio, aunque si tuviéramos que empezar a analizar la lógica del Estado, nos perderíamos en el camino de la contradicción, es inexistente. La chica sudafricana tiene un rostro amargo, unos hermosos ojos azules parecieran que están perdiendo vida, como si estuviera resignada a todo y todos. Sin embargo, conversa con nosotras de manera amigable.

Mientras estamos conversando, la mujer gigante se acerca varias veces para decirme que no la encuentra pero que sigue buscando, es divertida. Dentro de estas desgracias infames siempre hay lugar para lo bizarro, disfrazado de pinceladas cómicas. Finalmente me dice que Edith está en el despacho del director, justo al lado de la entrada a la cárcel. Le doy los 50 centavos por su tarea. Me despido de Inka y salgo otra vez por la puerta blindada buscando a Edith.

Llego a las oficinas, pregunto a varias personas y me indican quién es Edith. Está de espaldas a la puerta, sentada frente a la mesa del director. La puerta está entreabierta, doy unos golpecitos, se gira y está llorando. Le pido disculpas. Me dice que espere un momento que ya sale. En esos momentos entra el director. Me alejo de la oficina, me siento en un banquito en la entrada. Me voy sintiendo pequeñita, pequeñita, me siento fuera de lugar, con deseos de encontrar un sentido a este encuentro, pero ¿qué estoy haciendo aquí?.

Después de diez minutos de espera, sale Edith con lágrimas en los ojos, le digo que si no es un buen momento me voy, me dice que no, que me quede, le pregunto si puedo ayudar en algo y me explica la razón de su tristeza. Le han denegado la libertad condicional.

Edith tiene 28 años, como yo, pero parece mucho mayor. Tiene el cabello negro y largo, un rostro duro con las facciones muy bien marcadas. Su presencia es imponente, desprende fuerza y me atrevería a decir autoridad, siendo que estamos en una cárcel de mujeres y ella es una interna. El rostro de Edith está inundado de lágrimas, sin embargo, no pierde la constancia y la lucha por sus derechos, la energía que tanto la caracteriza, según percibo y corroboro después.

Edith fue condenada a 9 años de prisión por narcotráfico. Hace 4 años que su vida transcurre en la cárcel, que no puede pasear a la luz del sol, que no disfruta de una cerveza con sus amigos, que no puede tomar un colectivo como si fuera algo cotidiano en su vida, ni comprar el pan en la tienda de la esquina, ni atender en el paso de peatones hasta que el semáforo se ponga verde. Por simple que parezca, no puede hacerlo.

Gran parte de mi visita transcurre en su habitación, donde charlamos, me cuenta sobre la vida en la cárcel, me enseña fotos, me explica el proceso que ha seguido para intentar que le concedan la libertad condicional, en vano. Para mi sorpresa, me dice que hay muchas presas extranjeras (brasileras, argentinas, sudafricanas, españolas, etc...), hay una catalana, a quién finalmente no alcanzo a conocer. Todas ellas están presas por narcotráfico. También conozco a Ingrid, su compañera de habitación. Ingrid se intentó suicidar el día anterior y está estirada convaleciente en la cama. Ingrid hace 3 años que está en la cárcel y "todavía" no han sentenciado su condena.
No sé cuál es el rostro de una persona dopada y que se ha intentado suicidar, pero el rostro de Ingrid es realmente fantasmagórico. Como si estuviera a punto de inyectarse heroína. Aún así, intenta sonreír cuando me ve, y participar en la conversación cuando sus fuerzas se lo permiten e incluso despliega alguna carcajada en algún momento divertido.

La habitación de Edith e Ingrid es muy pequeña pero acogedora, no parece una celda común, los colores azul y amarillo resaltan unas tremendas ganas de vivir, una eterna explosión de energía contenida.

Convengamos que Edith es la "interna ideal". Tiene una ejemplar conducta, estudia psicología en la universidad a distancia, coordina el taller de costura, le permiten tener ordenador y móvil. Y le han denegado la libertad condicional, aludiendo al informe psicológico. Goza de cierta “libertad” en la cárcel, y a los ojos de otras internas, son demasiadas concesiones. Ahora entiendo porqué ella atendió el teléfono. Sin embargo, Edith se lo ha ganado a pulso, desde su ingreso en la cárcel ha luchado por su rehabilitación. Edith es una mujer de fuerte carácter, sensible, entrañable. Me da la sensación que es de esas personas que puede ser una amiga encantadora y totalmente entregada, y, al mismo tiempo, una enemiga temerosa. Por todas estas razones, despierta pasiones y odio entre el resto de las internas.

En ningún momento de la conversación me explica cómo fue su detención, ni la cantidad de droga que traficaba, ni nada que tenga que ver con su vida pasada. Yo tampoco le pregunto, no me interesa. He conocido a la nueva Edith y no me interesa su pasado.

Hacemos una breve visita a las instalaciones, visitamos los talleres (de costura, reciclaje...) y la biblioteca. Pasamos por varios lugares donde “el regetón” (la música popular) es el protagonista y esos espacios de tránsito terminan convirtiéndose en diminutos bares donde disfrutan las presas con sus parejas durante los días de visita. Finalmente nos dirigimos a la salida donde recupero mi pasaporte. Un inmenso y sentido abrazo se apodera de mí cuando me despido de Edith. Vamos a seguir en contacto, nos intercambiamos los teléfonos y los correos electrónicos. Salgo del recinto con extrañas sensaciones dispares. Me voy caminando por la calle para buscar el colectivo de vuelta al hostal. Camino por la calle y observo sin más a los transeúntes. Edith volverá a su habitación azul y amarilla con rejas en las ventanas y de vez en cuando podrá deleitarse contemplando un amanecer con fisuras. Para mí ese día no ha sido únicamente la visita a la cárcel, sino el encuentro con Edith.

Nada es por casualidad. Edith me atendió el teléfono.
Enero 2005
Ecuador

Observando en Caraiva (Brasil)







30 años del golpe militar. 30.000 desaparecidos

A las 18h nos dirigimos a la Avenida Colón con La Cañada, el lugar de inicio de la marcha. Una gran cantidad de personas se está concentrando allá. Antes de arribar me percato que las calles, alejadas del lugar de concentración, están desiertas. Dos semanas atrás, el 24 de marzo fue declarado feriado. Hecho que puede provocar un sinfín de discusiones. ¿Es necesario declarar feriado un día que los argentinos jamás olvidaran? Convengamos que el gobierno pretende erigir este día sobre un pedestal repleto de connotaciones simbólicas? O intereses políticos? Creo que la memoria no se esfumará en el aire porque no sea declarado feriado. De todas maneras, no deja de sorprenderme ver una gran cantidad de estudiantes haciendo cola para comprar pasajes, en la boletería que está al lado de mi casa, durante los días previos al viernes 24. No pretendo juzgar, ni posicionarme, creo que no me corresponde, pero sí lanzar interrogantes al aire y reflexionar sobre lo que mis ojos y mis oídos registran constantemente.

El día 24 de marzo me levanto a las 10h y no salgo de casa hasta las 18h, escucho radio nacional y me empapo de una gran cantidad de noticias, datos históricos y reflexiones sobre el golpe militar de 1976. De vez en cuando miro por la ventana y atisbo en algunos edificios que están construyendo en Nueva Córdoba, fruto de una contundente especulación inmobiliaria, obreros trabajando. Parece ser que a ellos no les ha tocado el feriado.

Es la primera vez que voy a una marcha en Argentina. Es increíble la cantidad de gente que hay, las “madres” y “abuelas” de Plaza de Mayo, seguidas por los “hijos”, encabezan la marcha. Fotografías de los desaparecidos, con nombres y apellidos, se suceden las unas a las otras. Retratos avasalladores, reclamando ser resucitados. No faltan acciones artísticas, como las personas disfrazadas de monjas, empresarios y periodistas alzando carteles que rezan: “Soy cómplice”. Cabinas telefónicas están plagadas de carteles del Partido de los Trabajadores Socialistas: “Hace 30 años el empresario también llamó al golpe militar. Los mismos que hoy hacen superganancias y hunden el salario”. Mientras que al lado de una de estas cabinas, varias personas están tomando el café con leche con medias lunas, en un bar luminoso, viendo pasar a la gente.

Voy de un lado para otro, me pierdo varias veces y me encuentro con amigos y conocidos a lo largo de toda la marcha. Decido subir por las escaleras de la entrada a la Facultad de Ciencias, donde me encuentro casualmente con un amigo que me hace un lugar para poder registrar fotográficamente la marcha. Al menos tengo una vista semi-aérea. Pancartas y enormes banderas de partidos y movimientos políticos, asociaciones humanitarias, facultades, se entrelazan aparentemente. Sin embargo, el quiebre entre unos y otros permanece latente en la atmósfera. Argentina está fragmentada. Ideologías políticas de diversas vertientes, a menudo inventadas de la nada y/o fisuradas bruscamente, nutren esta Argentina que sufrió el mayor genocidio de su historia. El golpe militar encabezado por Videla arrasó salvajemente la vida humana y la libertad a existir.

Argentina sigue fragmentada y en fechas como ésta, hay quién siempre se aprovecha políticamente de la situación, como ocurrió en la marcha en Buenos Aires, cuando se leyó el discurso final con violentas acusaciones al gobierno actual, sin haber contado con el consentimiento ni el apoyo de las Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo. Éstas empezaron a retirarse. También ocurrieron otros incidentes. La marcha representa la lucha contra un día atroz para Argentina, el inicio de una dictadura vestida de sangre, la marcha no es violencia, la marcha es dolor.

Pasos sufridos, gritos sobresaltados, llantos silenciosos, palabras y más palabras resuenan en el espacio. En mi piel se precipitan súbitos escalofríos. Unas 20.000 personas aproximadamente marchan exigiendo justicia y se manifiestan contra la impunidad. Me estremezco ante semejante multitud, ardiente por condenar y desgarrar a los culpables. Impotencia y desesperación de los familiares de los desaparecidos por no saber donde están, donde descansan sus restos. Angustia penumbrosa atravesada por revolucionarios mástiles en defensa de los derechos humanos.
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Dos días antes de la marcha fui a ver el documental “El último confín” de Pablo Ratto, donde se plasma el valioso trabajo que está haciendo el Equipo Argentino de Antropología Forense. Con la finalidad de identificar a los enterrados y retornarlos a sus seres queridos, el EAAF está trabajando en la exhumación de una fosa común en el Cementerio de San Vicente, donde fueron depositados los restos de las víctimas.

Los desaparecidos permanecerán eternamente en la memoria, sin embargo “el saber” del destino de sus restos y la recuperación de los mismos, despierta una calma y un alivio existencial. En cierta manera, están más cerca de ellos, aunque la injusticia fue, y seguirá siendo, y la cruel atrocidad vivirá en la memoria de Argentina.

Soy una extranjera en este país. No obstante, el hecho de vivir transitoriamente en Argentina provoca una drástica incursión en las venas del país, en su historia y quiebres viscerales. Aún existe mucha gente que trabaja y lucha ante la desesperanza de las adversidades mundiales. Los familiares de los desaparecidos nunca perderán la esperanza.

Nunca hay que perder la esperanza. Construir, re-construir, denunciar, tomar conciencia, luchar, defender la libertad, la identidad... cada uno desde su diminuta parcela, en la medida de sus posibilidades, con lo que pueda.

Marzo 2006
Córdoba, Argentina

Hacia el fin del mundo...

Es curioso como las cosas van adquiriendo una importancia relativa cuando estamos de viaje. Esa sensación de estar inmiscuida en la pureza del tránsito me moviliza de manera ininteligible y no, no pretendo entender nada. Nada de lo que me pasa. Porque si analizo mi volcán interno, esa sensación se esfumaría en el aire y jamás podría atraparla de nuevo.Siento que estoy divagando entre varios lugares y en ningún lugar al mismo tiempo. El no lugar lo llevo dentro. Todo, todo lo que no veo en la distancia adquiere un matiz relativo y, a la vez, clarividente.Ojalá mantuviera esta sensación en mi cotidiano, lo permanente se transforma en estos momentos...



11 de mayo


Como si un leve soplo de aire me fuera empujando hacia el abismo. Un dulce abismo. Una carretera se despliega ante mí. Una carretera y la nada. Voy avanzando lentamente, mordisqueando un horizonte que jamás termina.


Salimos de Argentina. Entramos en Chile. Cruzamos el Estrecho de Magallanes. Mi mano roza el agua helada. Salimos de Chile. Entramos de nuevo en Argentina. En Migraciones estampan en mi pasaporte el sello de entrada y ahora ya no agregan "hasta el 31 de julio de 2006" (fecha límite de mi visado), ahora son 90 días como turista. Me estremezco. El ciclo de dos años en Argentina está terminando. Me estremezco.



El colectivo reduce su marcha o se detiene en varias ocasiones para dejar pasar a rebaños de ovejas, animalitos que sin saberlo son los amos de estas tierras desérticas. Los perros las guían y el pastor, el único ser humano que veo hasta Río Grande (salvo los viajeros del colectivo) me saluda desde afuera, erigiendo su brazo de manera cómica. Breve parada en Río Grande y en Tolhuin. Seguimos por la carretera entre árboles muertos, empalagados por un musgo verde que le dan un aire fantasmagórico.
Y mientras anochece, sigo pensando... queda poco para arribar a Ushuaia.



12-13 y 14 mayo


Tierra del Fuego


Políticamente está repartida entre Chile (oeste y sur) y Argentina (norte y este)
Ushuaia. Bahía que entra hacia el oeste (en yámana)
La capital de Tierra del Fuego, Antártida y las Islas del Atlántico sur.
Única provincia insular de la República Argentina.
El vértice más austral de la provincia.



Cuando Fernando de Magallanes cruzó el Estrecho en 1520 pudo divisar a lo lejos señales de fuego, originado por las fogatas de los indios yámanes. De ahí el nombre de Tierra del Fuego, la última masa terrestre del mundo en ser poblada. Los primeros habitantes llegaron hace 11.000 años. Los "selknam" (conocidos popularmente como los "onas") ocuparon la zona norte, eran indígenas patagónicos que atravesaron la tierra del Estrecho antes de que lo inundaran las aguas. Fue la primera oleada migratoria de indios. Los "haush" habitaron las planicies. Los "onas" y los "haush" eran cazadores nómadas.Los "alakaluf" ocuparon la zona austral del Estrecho y los "yámana" el sur, hasta el Cabo Hornos.



Es un misterio el orígen de los "yámana", diversas teorías se han desarrollado acerca del tema, entre ellas, la procedencia de la Polinesia. Los últimos "yámana" puros vivieron en Puerto Williams (Chile).A lo largo del último cuarto del siglo XIX, la primera gran oleada de europeos empieza a aniquilar a los indígenas "yámana" (los últimos que quedaban en estas tierras) bajo la bandera instigadora de Dios. Los cambios de hábito, de alimentación y las enfermedades llevó al pueblo yámana a su extinción. En 1884 la población ya se había reducido a la mitad a causa del sarampión. En 1886, llegó la tuberculosis. A las epidemias se les unió la persecución violenta. Y así fue el fin. El fin de los aborígnes fueguinos. Les arrebataron la vida y a quien no, las ganas de vivir. Los quisieron "educar" e "integrarlos" según los parámetros del monstruoso continente dominante, y los condujeron a la muerte.

Y ahora se vuelve atrás. Se vuelve atrás buscando los orígenes de esta tierra que todavía emite suspiros ensangrentados en los confines del mundo.Tengo una conversación muy linda con Yoa (o Alba), directora del Museo Yámana. Sus palabras me acercan un poco más a esta civilización perdida. Me cuenta de sus proyectos, de difundir la cultura yámana y trabajar con niños en los barrios. Sus ojos desprenden un amor por la tierra. Me habla de Cristina Calderón (nombre con el cuál fue bautizada por los europeos), la última yámana pura. Una mujer de 70 años que vive en Puerto Williams y a quien los medios de comunicación la atosigan constantemente.


Ushuaia

Hace mucho frío y el sol brilla con todo su esplendor. En unas horas el sol se ocultará de nuevo, a las 18h. Camino por las calles empinadas de Ushuaia, admirando un entramado de edificios que conserva su fisonomía original, casas de madera y chapa metálica, y que convive con edificios modernos hechos de hormigón. Una extraña variedad de estilos, fruto de una población gestada por los inmigrantes. Los aborígenes fueron exterminados. Después los misioneros se fueron yendo (en 1871 instalaron la primera Misión Anglicana a cargo de Thomas Bridges). Llegaron españoles, italianos, croatas, chilenos, etc...En 1970 había apenas 5000 habitantes, ahora unos 60.000 aprox.





















Parque Nacional de Tierra del Fuego(ubicado en el sudoeste de la provincia)

Los "yámana" vivieron en él. Se desplazaban en canoas y se dedicaban a la caza de lobos marinos y a la recolección de moluscos.Creo que no soy enteramente consciente del lugar donde estoy. Me da la sensación que si hago un movimiento errado me puedo llegar a caer del mapa. Una desvinculación de la tierra. Respiro hondo, muy hondo. Me encuentro completamente sola en la Bahía Lapataia, el lugar más extremo del parque, tan sólo 3 cauquenes marinos me acompañan.Y se desplazan en mi mente efimeras insinuaciones de la obra del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich. Por primera vez en mi vida siento esa sensación monstruosa y mística. Me siento diminuta ante la apabullante naturaleza. Esa sensación sublime.


Jamás pensé, antes de emprender este corto viaje, que podía llegar a ser intenso.

Jamás pensé que el frío se podía convertir en calor. Aprendí, sin quererlo, a disfrutar de las ráfagas heladas del viento.
Jamás pensé que esta semana, en la cuál me había propuesto estar sola y divagar en mis pensamientos, se podía convertir en una hoguera de compañía humana, por todas las personas que conocí.



















Jamás pensé que estas tierras del sur podían abrigarme de manera tan intensa, rogándome a gritos mi vuelta.

Tierra del Fuego
Mayo 2006

La tragedia de Jánusha
"Dicen que antes de convertirse en Luna, Jánusha fue una mujer muy hermosa y repetada. Dirigía a sus congéneres en el tiempo en que todas juntas dominaban a los hombres y era la figura principal en la ceremonia del Kina. Resulta que Jánusha tuvo un hijo, que murió al poco tiempo de nacer. Desesperada de pena, enloquecida por el dolor, se cortó la cara con profundos tajos y se refugió en el Cielo, adonde había partido su hijo, convertido en estrella.Enseguida Jánusha quiso volver a ser madre y, preñada de una niña, comenzó a hincharse hasta quedar completamente redonda. Luego de dar a luz comenzó a adelgazar: poco a poco se volvió fina como una uña hasta que finalmente desapareció. Pero su hija, idéntica, tomó su lugar. Creció hasta poder ser madre a su vez y concibió otra niña, que repitió la historia de su madre y abuela. Y es por eso que la Luna nunca deja de menguar y crecer, de desaparecer y volver a asomarse mostrando a todos las cicatrices de su rostro maternal.

"Leyenda yámana, extraída de "Leyendas de la Tierra del Fuego" de Arnoldo Canclini

Anécdotas de una extranjera en Córdoba (Argentina)

Una mañana cualquiera de un día cualquiera en Nueva Córdoba. Salgo de mi departamento, ubicado en un edificio del Boulevard Chacabuco. Dependiendo de mi estado de humor saludo con más o menos énfasis a Fabhio, el encargado del edificio. ¡Toda una odisea! Porque si le digo algo más que buenos días me puedo ver sumergida en una vorágine de palabras que elaboran un manual de reflexión sobre el tiempo, los catalanes, la pileta, los vecinos, la política en Argentina, la imagen de los argentinos en España, el porqué del mal funcionamiento del ascensor, etc... Hay personas que siempre tienen conversación y opinión para todo y me parece increíble. A veces hago ver que llego muy tarde, siento cierto en muchas ocasiones. Me pongo los anteojos y le digo unos buenos días efímeros.
Intento parar un taxi, de los que descienden por Boulevard Chacabuco como si fuera una pista de rally. Uno ocupado, el siguiente también ocupado, otro no me ve y otro más, una señora me lo roba delante de mis narices. Intento no exasperarme. Nueva Córdoba cada vez está peor, tráfico, ruido y caos. Nueva Córdoba es un conglomerado de bares con la música altísima y las mesas plagadas de cerveza, pizza, lomitos y empanadas, dispuestas a ser ingeridas por una gran multitud de estudiantes que provienen de pueblos cercanos a Córdoba. Mientras camino intento alejarme de tanta fauna humana, a veces resulta imposible, pareciera como si toda una serie de obstáculos me irrumpieran el paso de manera agresiva impidiéndome arribar a mi destino, sea cual fuere. Finalmente, logro huir, sana y salva.
Sin embargo, no termina acá, cuando no son los estudiantes, son los obreros. ¡No me puedo olvidar de los obreros!. Nueva Córdoba está sumergida en una contundente especulación inmobiliaria. No sería lo mismo sin los obreros y sus piropos con una tonada profundamente cordobesa. A veces cambio de vereda porque ya los veo venir y detesto que todos mis movimientos sean observados por veinte ojos desesperados, y menos cuando no estoy de humor. Sin embargo, en esos días horribles que más vale no haberme mirado al espejo, resulta una buen mecanismo para sentirme atractiva.
Finalmente entra tanto obrero, estudiante, auto, caos, encargados charlatanes, vislumbro un taxi que se dirige hacia mí. Lo encontré.Abro la puerta.
-Buenos días. A Deán Funes, al 1500.
-¿De dónde es usted?
Se dirige a mí una voz con una tonada cordobesa, sorprendida ante mis vocablos pronunciados de forma extraña, remarcando las “z” de manera tosca. La curiosidad del taxista se adelanta a sus correspondientes buenos días. Cierro la puerta atolondrada del auto, con cautela. En algunas ocasiones, los taxis de Córdoba parecieran como si fueran de camino al desguase. Me da la sensación que de un momento a otro van a detenerse en medio de la calle y empezaran a escupir humo de la parte delantera. Por esta razón, cuando llueve en Córdoba, los taxis desaparecen. Los taxistas no quieren quedarse sin su empleo. Lógico. Finalmente cierro la puerta.
-De Barcelona
-Ohhhh, ¿¿y qué hace usted acá?? –me dice el taxista, observándome como si yo hubiera salido de un ovni, de esos que, parece ser, aterrizan en el Uritorco (en Capilla del Monte). Los taxistas de Córdoba son los entrevistadores natos. Tan sólo es necesario apretar la tecla Play y reproducir mi historia de vida.
Lo confieso: más de una vez me atreví a inventarme historias. Mis propias ficciones de vida.

Abril 2006
Córdoba, Argentina

Sonidos en el silencio

Siempre he creído que en el silencio habitan sonidos que apenas se pueden escuchar pero que desprenden una locuaz e instantánea fuerza, que nos puede hacer viajar hacia lugares remotos. Vivimos acechados por la contaminación acústica de la ciudad, y en muchas ocasiones nos resulta imposible arribar a un estado silencioso, sin que sea quebrado por el ruido cotidiano.Una de las experiencias donde más desarrollé mi capacidad auditiva fue cuando visité las ruinas de Chan Chan (Perú), la ciudad precolombina más grande de América del Sur, que pertenece al período chimu (posterior al moche), conquistado por los incas en 1471. Chan Chan fue una enorme ciudadela (centro político, religioso y administrativo), de 15 km2 de extensión, fundada por el príncipe Takaynamo, que desembarcó en Huanchaco hace 800 años aproximadamente.Arribé por la mañana muy temprano a Chan Chan y tuve la suerte de poder recorrer sola esta estructura laberíntica. A medida que iba caminando, ese silencio sepulcral, acariciado por el viento, me regalaba con una deliciosa e inquietante sensación, perfumada por las íntimas voces de los ancestros.Fue un proceso lento, muy lento. Por instantes me detenía para evitar que mis pasos irrumpieran esos susurros largos e indescifrables de los habitantes del más allá, que emergían entre las paredes de adobe de las ruinas. Por momentos, gritos angustiados en el silencio; por momentos, prudentes susurros que embriagaban mis oídos. Delicados ruidos que atravesaban con un cierto aire de timidez todos los rincones de Chan Chan.Porque es en el silencio donde lo menos inesperado se nos puede revelar. En la transparencia de los sonidos. Como si alguien se insinuase seductor en la penumbra de la noche. Tan sólo hay que descubrirlo.

Enero 2006
Perú

Villa El Salvador (Lima)

“El día 27 de abril de 1971, de repente y sin el menor aviso, al sur de Lima, ochenta familias armadas con palos y esteras tomaban posesión de las tierras de Pamplona. Para el día 9 de mayo, el número de invasores ascendía a 9.000 familias, cifra que iba en aumento con el transcurrir de las horas; nadie imaginaba que aquella invasión cambiaría el rumbo de la historia de los pueblos del Cono Sur, dando nacimiento a la ciudad de Villa El Salvador”.

A las 8:30 h de la mañana nos pasa a buscar Leonardo, un amigo de Tomás, por Miraflores para acompañarnos a Villa El Salvador. Tomás trabaja en una ong ubicada en Villa El Salvador y me insistió varias veces que no quería que fuéramos solas a Villa porque es peligroso. Villa El Salvador es un distrito de Lima, a 1 hora de distancia, constituido en 1971 por los inmigrantes procedentes de las sierras.

Leonardo es un chico muy joven, debe tener unos 20 años, muy alto y delgado y con un gran sentido del humor. Nos sentimos muy cómodas con él y por momentos no paramos de reír. Durante el trayecto nos cuenta historias de Villa, nos habla de su familia, sus estudios, nos pregunta sobre España. A medio camino, el colectivo para y el conductor nos dice que aquí se queda porque hay un tramo que está en obras, que bajemos y esperemos otro colectivo. Nosotros tres y dos personas más somos los únicos que estamos en el colectivo. No acabo de entender muy bien porqué nos hace bajar, ya que el siguiente colectivo que tomamos realiza el mismo recorrido, desviándose en la zona de obras.

Cuando llegamos a Villa El Salvador, el calor es realmente sofocante, las calles están sin asfaltar, pura arena blanca y fina. Las casas son familiares, no hay pisos, de baja altura. A la luz del día no tenemos la sensación que sea una zona peligrosa pero cuando vemos que los comercios tienen rejas y la mayoría de las casas también, y que este esquema se repite cuadra por cuadra, nuestra primera idea adquiere otro matiz. Leonardo nos dice que a él le han atracado en varias ocasiones, viviendo en Villa El Salvador toda su vida, donde todos se conocen.

Nos encontramos con Tomás en la ong y hace una llamada telefónica a Donatilda para comunicarle que ya hemos llegado y que nos dirigimos a su casa. Resulta que Donatilda está convaleciente, recién estuvo en el dentista y no se encuentra muy bien. No obstante, insiste que vayamos a charlar con ella. Nosotras no estamos muy seguras que sea un buen momento para conocerla, pero finalmente, y después de la odisea para llegar a Villa, decidimos ir.

Tomás se queda trabajando y nosotras empezamos a caminar en búsqueda de la casa de Donatilda, acompañadas de Leonardo. La casa está más lejos de lo que nos imaginamos. “Acá nomás”, pero creo que el concepto de distancia de ellos y el nuestro no es muy similar. Leonardo tampoco ha ido nunca pero sabe la zona y la cuadra donde está ubicada. Después de tocar el timbre de dos casas nos percatamos que estamos en la cuadra equivocada, de hecho los números ni se ven y es difícil distinguir donde termina una vivienda y empieza otra.

Finalmente entramos en la casa de Donatilda. A través de su rostro vemos que realmente no se encuentra muy bien, pero no sé de donde se nutre de tanta energía para atendernos con una amabilidad impecable y regalarnos sonrisas. Nos sentamos en la salita y empezamos a conversar. La idea de esta visita es básicamente conocerla y acercarnos a la realidad de Villa El Salvador, alejada de la capital peruana. De hecho llegamos a Villa El Salvador y conocemos a Donatilda, Tomás, Leonardo, etc...gracias a mi amigo Javi , que estuvo en Villa hace unos meses y volvió absolutamente fascinado por la gran fuerza humana que desprenden sus habitantes, viviendo en condiciones de vida difíciles, y por el gran poder de autogestión comunitaria y generación de ideas y proyectos para defender sus derechos. Por esta razón, nuestra visita, tiene dos objetivos, por un lado, ampliar nuestro conocimiento y, por otro lado, ver qué posibilidades reales hay para trabajar conjuntamente en un proyecto concreto.

Donatilda fue regidora del distrito en dos ocasiones y presidenta de la Federación de Mujeres de Villa El Salvador. Nos cuenta la historia de Villa y la gran fuerza que tienen las mujeres a base de la constante lucha por la igualdad de sexos y contra la violencia doméstica.

Villa El Salvador nació después de varios intentos de bloquear, en vano, los ingresos de los “invasores” por parte de las fuerzas del orden. Un gran bullicio, tensas relaciones entre los pobladores y el gobierno, detenciones ilegales, fueron protagonistas en aquellos lejanos tiempos del año 1971. Un monseñor, llamado Bambarén, fue detenido en la Prefectura de Lima. Su gran delito fue impregnar de fuerza y constancia a las personas que necesitaban una vivienda, predicando que no eran “invasores”, sino “fundadores de nuevos pueblos”.

Villa El Salvador se erige como un paradigmático ejemplo de cómo un asentamiento sumergido en la más absoluta precariedad, luchó por crear mecanismos para lograr una planificación organizada autogestionada. Los propios habitantes de Villa fueron los que mantuvieron una acérrima constancia para desarrollar una comunidad que, a día de hoy, cuenta con organizaciones sociales, religiosas, juveniles, de salud, ong´s, etc... El compromiso de las mujeres en Villa Salvador fue una característica inusual en aquellos tiempos, hecho que contribuyó de manera contundente a la creación de una red social a favor de la generación del desarrollo comunal.

Las palabras se me escapan cuando intento plasmar por escrito la fuerza que emana Donatilda. Es fascinante escucharla y conversar con ella. A medida que va hablando, empieza a sentirse mejor.

Las historias de Villa El Salvador contadas por Donatilda, salen de su boca envueltas de emoción, sensibilidad y fortaleza. Con la mirada nostálgica, no decae cuando habla de Maria Elena Moyano, anterior dirigente de la Federación de Mujeres, asesinada por Sendero Luminoso en 1992, simplemente por decir en voz alta lo que pensaba. Maria Elena empezó su labor en los comedores, el programa del Vaso de Leche y en 1989 fue elegida Teniente Alcaldesa de Villa El Salvador.


Nosotras no teníamos ni idea que Villa El Salvador fue durante un tiempo diana, por un lado del gobierno, por otro lado, de Sendero Luminoso. Simplemente por tener el coraje de crear iniciativas para que las cosas cambien e intentar mover los hilos primordiales del sistema. Más de un trágico episodio forma parte de sus vivencias. Sendero Luminoso, como toda guerrilla radical, no toleró que Villa tuviera las garras de anhelar poner fin a tanto sufrimiento, sin querer simpatizar con ellos, moviéndose de manera independiente para establecer redes sociales. María Elena se enfrentó públicamente a Sendero cuando éste atacó a organizaciones y dirigentes populares.

En 1991 declaró para el diario La República: “Hasta hace poco tiempo yo pensaba que Sendero era un grupo equivocado y que, de alguna manera, intentaba luchar por alguna justicia. Pero cuando mataron al dirigente obrero Enrique Castillo tuvieron todo mi repudio; sin embargo, yo no me atrevía a condenar esta actitud terrorista de Sendero. Ahora han tocado las organizaciones de base, donde están los más pobres...Pretenden socavar este tipo de organizaciones...Yo ya no considero a Sendero un grupo revolucionario, es solamente un grupo terrorista”


A mitad de la conversación aparece Floque actual presidenta de la Federación de Mujeres. Entre Floque y Donatilda siguen contando la evolución histórica de Villa y las continuas luchas de las mujeres en defensa del derecho a vivir como un hombre, algo que por normal que parezca no es muy común en Latinoamérica y menos en comunidades más pobres y de escaso nivel intelectual. Tanto es así que por momentos desplegamos risas cuando nos cuentan cómo un grupo de mujeres se presentaron en casa de un hombre, que golpeaba a su esposa, y lo acorralaron, amenazándolo. El hombre nunca más volvió a golpearla. Los hombres no creyeron en la constitución de la Federación de Mujeres, “¿para qué? si las mujeres sólo sirven para estar en casa!!”, después de tantos años y viendo “los resultados”, quizá ahora empiezan a verlo con otros ojos.
Al cabo de dos horas y ya finalizando nuestra visita, aparece el tío de Donatilda con el propósito de hacer de traductor de su sobrina porque en principio estaba convaleciente sin poder hablar mucho. Resulta gracioso que aparezca a última hora de la visita, pero se agrega a la conversación.


Donatilda nos regala un comentario: “vuestra visita me hizo bien, me regeneró. Ya me siento mucho mejor”; un eterno abrazo y dos rosas (una roja y otra amarilla).
El placer de haberla conocido fue tan enorme que la pura fortaleza de su mirada impregnará nuestros pensamientos para siempre. Es la historia de una revolución, una digna resistencia.

“(...) la revolución es afirmación a la vida, a la dignidad individual y colectiva; es ética nueva. La revolución no es muerte ni imposición ni sometimiento ni fanatismo. La revolución es vida nueva, es convencer y luchar por una sociedad justa, digna, solidaria al lado de las organizaciones creadas por nuestro pueblo, respetando su democracia interna y gestando los nuevos gérmenes de poder del nuevo Perú”
Maria Elena Moyano en: Miloslavich, Diana (ed), 1993 “Maria Elena Moyano: En busca de una esperanza”. Lima: Flora Tristán


*Datos históricos y sobre el asesinato de Maria Elena Moyano extraídos de www.amigosvilla.it

Retazos de Arembepe

...volver atrás y viajar en el tiempo....
...desplazarme sin apenas moverme del sillón de mi casa, rozar lo imposible y buscar breves momentos que quiebren mi cotidiano....


Arembepe es un pueblo costero y turístico situado 60 km al norte de Salvador de Bahía. Para llegar a la aldea hippie hay que caminar 1 km por una carretera de tierra. La aldea mantiene intacto el espíritu desinteresado del hippie que ha decidido vivir al margen de la sociedad. Paz, amor, marihuana y los brazos abiertos para todos los que se acercan. Es famosa porque Janis Joplin vivió durante algunos meses para desintoxicarse de las drogas. Este dato podría dar lugar a una gran concurrencia de turistas, pero sorprendentemente y afortunadamente, no es así.
Recuerdo que ese viaje se caracterizó por ser absolutamente extremista. Del despertar de las pasiones en vivo en Salvador de Bahía, embellecida por una sensualidad disfrazada de exotismo, pasamos a vivir durante una semana entre los susurros de las palmeras. El primer día que llegamos a la aldea su atmósfera nos atrapó. Literalmente caímos en sus redes y nos zambullimos en un diminuto mundo que vibraba con el sonido del tambor. Las dos primeras noches nos alojamos en la posada de Vera y las cuatro últimas en casa de D´jow. Y fue en casa de D´jow donde me deleité contemplando el amanecer. Si mal no recuerdo, en Bahía el sol sale alrededor de las 5 de la mañana. Dormía en la buhardilla de una cabaña, hecha de madera, caña y hojas de palmera, con vistas al mar. El delicioso sonido de las olas del mar embriagó ese momento que aparecía lentamente. Ese momento me adentró en el temor y la atracción de quién descubre algo por primera vez. Mis ojos desprendían emoción ante la contemplación de semejante belleza, delineada con tonos rojizos y amarillentos. El sol emergía de su cueva, de nuevo se disponía a gobernar poderosamente el mundo. Lentamente, se presentaba como si fuera una gran bola de fuego revolucionaria sobre la esfera terrestre. Porque lo que desprende el sol es energía. Y yo estaba dispuesta a dejarme abrazar por esa energía, e incluso, a quemarme.
Las tonalidades graduales del cielo dibujaban figuras sinuosas allá en el horizonte. Y la quietud de las aguas se veían corrompidas por el temblor de una aparición. La sutileza del paisaje la convertía en maléficamente sublime. Las criaturas de la noche se alejaban ante la presencia del reino del sol y aullaban en sus nidos.
Un aroma a sal marina se fusionaba con el olor de la madre tierra, que desterraba las últimas gotas de la humedad nocturna. Pareciera como si ese amanecer tan sólo fuese un regalo para la aldea. Como si nadie más en el mundo estuviese viendo lo que yo veía. Compré el pasaje para viajar durante escasos minutos, sin moverme apenas de la buhardilla. Y esos minutos efímeros despertaron suaves sonidos que acompañaron el deleite de mi mirada.
Creo que tendríamos que detenernos más a menudo en lo que escuchamos pero lamentablemente la mirada, a veces se desenvuelve demasiado rápida, sin permitir avanzar al resto de los sentidos. Cuando vivimos momentos silenciosos aprendemos a captar esos sonidos que tímidamente conviven con nosotros.
Mientras contemplaba el amanecer, los gritos silenciosos de las olas del mar se mezclaban con la brisa que provocaba un leve y sensual movimiento en las gigantes palmeras, que abrazaban las escasas cabañas de la aldea. Todos dormían.Y yo seguía divagando en el silencio y en la belleza de esos vitales colores que empujaban el sol. El cielo escondió a la luna, tímida y enigmática fue desapareciendo. Por instantes, quise irme con ella. Preferí permanecer despierta, rogando que nadie más se despertara en la cabaña.
Quise que ese amanecer fuese egoístamente mío.

Enero 2005
Arembepe, Bahía, Brasil

El Lago Titicaca

Durante el trayecto a Puno,- la población situada a orillas del Lago Titicaca- conocemos a Juan, un señor que trabaja en una mina. Trabaja 20 días seguidos y tiene 10 días no laborables para disfrutar de su familia. Conversamos sobre la situación del país, el presidente Toledo, la decepción de los peruanos con la política, con el sistema. Nos habla de sus 4 hijas, de la situación económica de los peruanos, el sueldo mínimo: 500 soles (120 euros).

Desde el colectivo empezamos a vislumbrar el impresionante lago Titicaca, el más grande de Sudamérica. Los lagos desprenden un poder incandescente alimentado por rayos energéticos, quizá es por eso que siempre atraen a esotéricos y a especialistas en prácticas holísticas.

Después de buscar opciones inexistentes sobre cómo llegar a las islas del lago, nos vemos obligadas a contratar un tour, por primera vez en mi vida y contra mi voluntad. Resultará decepcionante.

De Puno al lado sur del lago, los habitantes de las islas (Uros) son aymaras, la civilización anterior a los incas. De Puno al lado norte del lago (Amantaní, Taquile), quechua.

Cuando piso por primera vez el suelo hecho de totora de una de las islas Uros, siento que en cualquier momento se puede quebrar. Las islas Uros, conocidas popularmente como las islas "flotantes", flotan literalmente en el lago. Para su construcción utilizan los juncos que crecen en la parte baja del lago.

Las islas Uros reciben cada día cientos de turistas que, a mi parecer, corrompen el estado natural de las mismas. Intentamos escapar sutilmente de tanto grupo organizado que tan sólo habla inglés y conocemos al señor Lorenzo, el presidente de la isla, que nos explica que 4 años atrás vivían de la pesca y que actualmente el turismo y la venta de artesanía representa una gran fuente de ingresos para la comunidad.

¿Realmente el turismo les hace bien?, ¿no eran más felices cuando las islas estaban situadas 8 km más lejos y el acceso para el turista era más complicado?. El guía me cuenta que han mejorado y yo me pregunto ¿mejorar en base a qué?.

Pasamos la última noche del año en la Isla Amantaní donde los viajeros acostumbran a alojarse en casas de familias ya que no hay hostales. Podría ser una manera de tener un contacto más directo con la propia realidad de la isla, pero el velo de esperanza que cubría mis ojos se desvanece en unos segundos cuando nos hacen comer en una pequeña mesa y ellos en el suelo o cuando el trato humano es de inferior (quechua) a superior (turista), y todo esto fruto de las crueles vísceras de las agencias de viaje, los tours, los guías... los organizadores de semejante "tinglado" que pagan 10 soles a la familia cuando al turista le cobran como mínimo 50!

Llega el festejo del fin de año y los extranjeros se visten con ropas tradicionales, tal como se visten las isleñas. Nosotras intentamos explicarle a nuestra familia que no vamos a “disfrazarnos” con sus vestidos por respeto a sus tradiciones y forma de vida. Creo que es bastante humillante para ellos.

No existe ni libertad ni opción para la autoorganización de los propios indígenas. El sistema los integra según sus “normas” pero ¿estamos hablando de "integración"? ¿o de un zoológico que recibe a millones de turistas atraídos por el exotismo de sus prácticas?.

Diciembre 2005
Perú
(foto 2: mireia pous)

El Glaciar Perito Moreno

El Glaciar fue descubierto en 1879. En el 99 se le bautizó con el nombre del gran explorador de la Patagonia, Francisco Moreno. Tiene 30 km de largo, de 4-6 km de ancho y casi 60m de altura sobre el nivel del lago. Actualmente los hielos tan sólo cubren el 10% de la superfícien terrestre, a causa del progresivo y temeroso calentamiento del planeta. Grandes lagos y frondosos bosques abrigan el glaciar. Arribamos bien temprano sin apenas un alma. El sonido inquietante de la naturaleza por momentos aparece fisurado por el ruido estridente de desprendimientos de hielos que caen contundentes al agua, como si fuera el sonido de un rifle cuando dispara en un bosque tenebroso.Su melodía entre el desespero y la quietud embriagan el deleite de mi mirada, donde se reflejan esas tonalidades azuladas. Un azul eléctrico avasallador. Esto y la falsa visión de cristales de roca, formados por el hielo, es lo que más me impacta del glaciar.



Mayo 2006
La Patagonia

Pinceladas bolivianas

En La Paz, la capital más alta del mundo, abrigada por impresionantes montañas y a 4000 m de altura. viven 2.400.000 (aprox) personas amontonadas. En la Paz y en El Alto (800.000 hab. aprox.), reconocida como ciudad y situada a 45 min en micro desde el centro.

Calles inundadas de frutas, empanadas salteñas, jugos, batidos, comedores callejeros, mate de coca, queso fresco, dulces. Cremas nivea, desodorantes, candados, etc... Mujeres acomodadas en el piso con sus polleras gigantes a modo de sillón, rodeadas de cualquier cosa susceptible a ser comprada. Son las cholas, grandes pilares de la Bolivia indígena, con sus polleras, sus sombreros (que no se caen ni con un leve golpe de viento), sus largas trenzas de cabello negro, y sus hijos colgados a sus espaldas, envueltos en un sinfín de mantas.

La vida en la Paz encuentra su máximo esplendor en la calle. La Sagárnaga despierta, engullida por el frío, y se convierte en escenario de una vital orquesta donde la artesanía (de plata, alpaca, cestos, mantas, etc..) desparramada por el piso armoniza con la suciedad de las calles. Escombros que duermen en cualquier rincón esperando a ser descubiertos por los perros en la noche. Ésta es la zona norte, donde se ubican los barrios más antiguos y tradicionales, y turísticos. En cambio, la zona sur, vive un tanto más tranquila en elegantes barrios, entre áreas verdes, galerías de arte y restaurantes.

El ruido de los micros, el humo que envuelve la atmósfera y los ayudantes de los conductores que gritan a los cuatro vientos el destino de los mismos (1 boliviano San Pedro!, 2 bolivianos la Ceja!...), contribuyen a la contaminación sonora. Un murmullo a modo de coro se percibe alrededor de Pérez Velasco, el lugar de paso y concentración de micros.
La Paz es caos. Un caos abrumador que, por momentos, avasalla todo mi ser. Aún así, es un caos encantador. Me fascina. Es una ciudad tan insaciable que me enamora.
Cualquier cosa puede acontecer en este país que aprendió a vivir con lo imprevisible. La sensación de que no existen normas es latente. En un segundo puedes pasar de la coherencia a lo absurdo. No es necesario comprender porque es en su personalidad bizarra donde radica su encanto. Su encanto y su fuerza, destrozada durante décadas. Bolivia está convulsionada, viviendo cambios fundamentales.
Agosto 2006
Bolivia

Retazos de la costa bahiana

Es una odisea llegar a Caraiva entre balsas, canoas, colectivos y horarios fantasmas. Antes de llegar a Caraiva, el viajero se detiene unas horas en Arraial d´Ajuda, un pueblo pintoresco con casas de colores y posadas de madera que parecieran recién salidas de un cuento de hadas.


Y finalmente la anhelada Caraiva. El hastío y las gotas de sudor desaparecen en el momento que el viajero desciende del colectivo y advierte unas canoas en la orilla del río, el medio de transporte que le permitirán atravesar al otro lado.

Años atrás no había electricidad. En la actualidad pocas viviendas persisten a la luz de las velas. El cielo estrellado pareciera entregarse de manera exclusiva a Caraiva. Con tan sólo alzar un brazo el viajero siente que, por momentos, podría atrapar las estrellas, tan misteriosamente cercanas. El suelo, sin asfaltar, se aproxima a un laberinto dactilar donde niños revolotean semidesnudos en la arena, sin dejar de corresponder con una sonrisa cuando el viajero se aproxima a ellos.

En la actualidad Caraiva vive de la pesca y la artesanía. No necesita más. En verano, se agregan las posadas, escasos restaurantes y la venta de agua de coco. Los nativos conviven con los turistas, la mayoría brasileños. Sorprendente y atroz es para nuestro viajero, ver la violenta división que existe entre las dos zonas de ocio al caer la noche. Una única calle con restaurantes para turistas y los pocos bares auténticamente caraiveños separados por unos pocos metros.

Nuestro viajero intenta inmiscuirse entre los lugareños y es así como conoce a Ari, un muchacho de 17 años, nativo de Pataxó, la reserva indígena ubicada en Monte de Pascao, a 6 km de Caraiva. Ari, quién ahora vive y trabaja en Caraiva le ofrece visitarla. Muy poco turistas van y los que aparecen llegan en grupos organizados, en jeeps. Después de caminar los 6 km bajo el calor sofocante que dificulta a nuestro viajero seguir el paso extremadamente ligero de Ari, acostumbrado a deambular descalzo por tierras arenosas y ardientes, arriban a la aldea Pataxó.

La aldea Pataxó es genuina, silenciosa y acogedora, sin dejar de guardar distancia con el viajero. Ari le explica que a los nativos no les molesta la presencia de los turistas y le muestra una escuela donde se forman a doctores, profesores, etc… también los restos de un centro cultural. Le cuenta, entristecido, que fue quemado por la gente de la aldea que no toleraba las actividades culturales que se realizaban.

Y es la sensación de esta aldea, detenida en el espacio y el tiempo. Un lugar secreto, perdido en el mundo, que impregna el alma del viajero y lo alienta a seguir descubriendo estas tierras fascinantes de Bahía.

Prosigue su ruta el viajero y arriba a la paradisíaca Ilha de Boipeba, 150 km al sur de Salvador de Bahía.

Kilómetros inabarcables de playas virginales, palmeras inclinadas por la fuerza del viento, cangrejos vagabundos que huyen de los pasos humanos. La Velha Boipeba, Tassimirim, Cuellar y Moreré conforman este pequeño paraíso perdido entre las aguas del atlántico.

En Boipeba la noción del tiempo no existe y el viajero se deslumbra con un sueño. El encandilamiento de soñar mientras conversa con el silencio, en una isla que empieza a despertarse a media tarde.



Desde el primer momento que el viajero llega a la isla toda una serie de personajes variopintos desfilan ante él. Nada más llegar, conoce a Tomás, un suizo que hace dos años que vive en Sao Paulo. Tomás tiene 39 años, es ingeniero industrial y trabaja en las favelas de Sao Paulo. Un buen día decidió cambiar el rumbo de su vida y viajó a Brasil donde reside desde entonces. Los momentos, que el viajero comparte con él, son realmente memorables.

El cambio de actitud es la clave para que la isla reciba a cualquier viajero con los brazos abiertos y no exasperarse cuando a las doce de la noche se agotan los cigarrillos y no hay ningún lugar para comprar, o cuando se vagabundea durante una hora con el objetivo de encontrar un simple bar para tomar “el café de la manha”. En definitiva, una forma de vida donde las normas no son bienvenidas.

¡Porque Boipeba es pura vida!. Olas violentas, frenéticas, que en cuestión de segundos reposan en una calma absoluta. Inmensos bosques salvajes sin explotar. Personas que regalan saludos entrañables. Rastafaris que se cruzan en el camino, reggae, buena onda y hachís.

Sensaciones de un tremendo placer embriagan al viajero mientras se prepara para partir a las cinco de la mañana en un bote que lo conducirá a Valença.

Queda poco para arribar a Salvador de Bahía.

Enero 2005
Brasil